La vida nos parece sencilla, hasta que nos detenemos a observarla, cada instante que creemos común esconde un entramado de causas y efectos que rara vez entendemos.
Nos aferramos a lo que conocemos, a lo que nos enseñaron a valorar, y olvidamos mirar más allá, hacia lo que permanece invisible, los hilos que conectan pensamientos, emociones y acciones en un flujo que trasciende nuestra comprensión. El verdadero desafío no es cambiar el mundo, sino comprender nuestra propia naturaleza, después, nuestra esencia, posteriormente controlar y reeducar la mente.
Cada miedo, cada deseo, cada ilusión, es un espejo de quiénes somos o de diversos vínculos que se entretejen entre nuestra conciencia, nuestros sentimientos, nuestras memorias de la esencia misma y todo aquello que vinculamos y atrapamos a través de la mente y sus memorias, de esa forma es cómo interpretamos la realidad.
Al aceptar nuestra ignorancia y cuestionar lo que damos por sentado, descubrimos que la libertad no es una conquista externa, sino un estado interno de conciencia, una mirada clara que no se deja engañar por las apariencias y que reconoce la profundidad en cada instante.
Porque vivir plenamente no es acumular experiencias, sino aprender a ver, sentir y pensar con honestidad, reconociendo que cada instante, aunque efímero, es un reflejo de lo eterno.
CDCAM






