La templanza es en su esencia una búsqueda de armonía interior, es entender que, para vivir en equilibrio, debemos ser conscientes de nuestras acciones, intenciones y deseos y alinearlos con nuestro propósito superior, nos dice que, tomemos un momento para reflexionar antes de actuar, que reconozcamos nuestras emociones sin ser esclavos de ellas y que prioricemos la calidad sobre la cantidad en todas las áreas de nuestra vida.
En una era en donde todo es instantáneo y la paciencia es escasa, la templanza nos enseña a esperar, a apreciar el momento y a entender que las cosas más valiosas en la vida a menudo requieren tiempo y esfuerzo.
No se trata de negar nuestras necesidades o deseos, sino de abordarlos con conciencia y deliberación.
Practicar la templanza es rechazar la noción de que la felicidad se encuentra en el exceso.
Nos ayuda a tomar decisiones mas sabias y mantener la armonía en nuestro camino hacia el crecimiento personal.